El sueño de la reja







Hicimos el amor dos veces con la misma pasión. Quizás producto del coctel de drogas. Debía llegar a mi casa antes del amanecer, mi marido no podía enterarse que yo no había dormido en la casa, él llegaría las 8 am luego del turno nocturno en el puerto de la ciudad. Me visto en silencio buscando no despertarla.  Ella yacía desmayada en la colchoneta que habíamos tirado en la terraza. Le di un beso en la frente y hui. Camine por la cocina sin despertar la pareja que dormía en la sala. Al salir al balcón me pongo las zapatillas y abro la reja de salida.
Recordé esos pompones hippies de colores que la adornaban, recordé también la escalera vertiginosa y mal construida, recordé el perro sarnoso que dormía en el piso de la vecina haciendo guardia a la casa, recordé la calle sin asfaltar, recordé que alguna vez lo soñé. Lo que me invadió de un sentimiento inexplicable, algo como miedo, sentí que la muerte estaba a mis espaldas.
Entenderlo se me hizo imposible pues las imágenes y las acciones no existían dentro de lo que mis pensamientos pudieran crear, no existía una palabra por la que mi mente pudiera llegar a comprender el acontecimiento. Las realidades individuales han sido conducidas a través del lenguaje. De la manera que logro llevar a cabo los pensamientos ha sido solamente por la palabra, una serie de signos repetidos y asignados a situaciones repetitivas.  Solo podría contemplar frente a mí un millón de palabras repetidas y sin coherencia, al parecer.

Recuerdo en cuarto grado la clase de castellano donde estudiábamos el diccionario de la real academia española y yo me preguntaba, si existiera una palabra que representara un sentimiento escondido y que esta palabra aun no haya sido descubierta por el hombre español, y si esa expresión existiera quizá en otro lenguaje, quienes hicieran parte de esa cultura serian bendecidos con el don de esa palabra. Allí empecé a cuestionar la real academia española, que decide lo que es real o no en las identidades individuales de las culturas que fueron barridas por el colonialismo. Hoy mi marido sigue llegando a las 8 am y yo a las 5am. Aun sin entenderlo y sin entenderme actuamos cada uno en lo que la consciencia nos alcanza.

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